Analizar la "desastrosa" retirada de EEUU y la OTAN en Afganistán exige comprender el impacto en países que comparten fronteras con esa nación sufrida, acostumbrada históricamente en su ADN a retos de dimensiones inconmensurables. Su demarcación fronteriza era hasta diciembre de 1991, enero de 1992, con la Unión de Repúblicas Soviéticas, República Islámica de Irán, Pakistán y República Popular de China, un Estado-Nación sin salida al mar. La URSS devino en Uzbekistán y Tayikistán, siendo los países, que integrados en defensa y seguridad con la Federación de Rusia se encuentran al norte y Turkmenistán al oeste, de quien hoy es noticia a escala planetaria.
Históricamente fue eje fundamental en la debacle que sufrió China en el siglo 19 con las dos Guerras del Opio (primera guerra 1839-1942, segunda guerra 1856-1860), por medio de las cuales el Imperio Británico inundó, mediante el uso de la fuerza, con narcóticos al gigante asiático usando los campos de cultivo de Afganistán, parte del Virreinato de la India y, en conjunto con Occidente, logró el control de Hong Kong, donde producto de la acumulación de capital, gracias al narcotráfico, se fundó la empresa HSBC, multinacional que es considerada aún hoy en día, por algunos analistas financieros, como la más grande del mundo, utilizando ese territorio de China hasta la actualidad en los planes de desestabilización contra esa nación. Desde la invasión bajo la excusa del repudiable y execrable terrorismo en 2001,
La falta de estabilidad del país centro asiático inducida por EEUU forzó de igual manera la intervención Soviética en 1979, que contribuyó enormemente al colapso de la economía de la URSS en conjunto con la escalada en inversión militar para mantener paridad, producto de la llamada Guerra de las Galaxias durante el gobierno del presidente Ronald Reagan. Si revisamos la frontera occidental de la Federación de Rusia: Azerbaiyán, Mar Negro, Ucrania, Bielorrusia, Polonia y países Bálticos, se ve la estrategia de presión sobre el gigante euro asiático por parte de Occidente, y al unísono sobre la provincia autónoma de Xinjiang en China, utilizando el extremismo religioso altamente manipulable, siendo territorio fronterizo entre ese y Afganistán,
Los planes de construir un gasoducto entre Turkmenistán e India, pasando por el territorio afgano y paquistaní, para surtir al sector de generación eléctrica indio, a pesar de tener carbón en su territorio, combustible cuyo consumo se ha disparado en Europa y EEUU a pesar del Cambio Climático, resulta crucial en el valor estratégico de la nación afgana.
Dada la ubicación geográfica del país centro asiático y los antecedentes históricos, y puesto que la presencia de OTAN en esa nación trajo a nivel regional estabilidad relativa, se infiere que pudiera extenderse la estrategia de acoso sobre Rusia y China desde ese territorio, siendo la calamitosa salida de Occidente un camuflaje con daños colaterales que darían credibilidad a esa acción ante la opinión pública global, el tiempo nos dará la respuesta.
La construcción por inversión China de un puerto en Ghawar, Pakistán, con oleoducto hacia ese país como parte de la Ruta de la Seda para evitar el Estrecho de Malaca, área que explica a su vez los acontecimientos recientes en Myanmar (Birmania) y su red de oleoductos, es pieza fundamental en el tablero geopolítico global al igual que el oleoducto iraní, que permite transportar petróleo sin necesidad de buques que circulen en la dimensión de su capacidad (del ducto calculado en un millón de barriles diarios) por el Estrecho de Ormuz. Al ser el movimiento Talibán, en esencia, la expresión de la mayoría Pastún, presente en Afganistán y Pakistán, una desestabilización extrema influye en la seguridad de estas infraestructuras.
Todos los países fronterizos con Afganistán son miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), siendo Uzbequistán y Tayiquistán fundadores en 2001, junto a Rusia y China con la participación de Kirguistán, ante la que el gobierno afgano había pedido entrar como observador, iniciativa que de continuar brindaría estabilidad regional. El combate al terrorismo y narcotráfico son pilares en ella.
El juego geopolítico con base en Afganistán apenas comienza y, como mínimo, se desarrolla una plenitud total en la actualidad. Las conversaciones desde hace un tiempo prudenciales entre el ahora gobierno Talibán y la Federación de Rusia, al igual que las mantenidas entre el movimiento y EEUU en Doha Qatar, son elementos que permiten inferir la complejidad del escenario actual. La posición venezolana debe continuar en función al respeto de la autodeterminación de los pueblos y la estabilidad de esa región, tan crucial en teorías sobre control geopolítico global, y la seguridad en el transporte de crudo y mercancías en todo el planeta, en función a los países que hacen vida en la región, socios estratégicos nuestros.
Cualquier posición sobre los asuntos internos de Afganistán, derechos de la mujer, entre tantos temas extremadamente álgidos, en los cuales tenemos posiciones diametralmente opuestas, mediante el convencimiento y atracción -no la agresión armada y sanciones- como el único camino a seguir para inducir cambios en lo que nosotros, bajo nuestra visión cultural occidental, consideramos correcto y justo; sobre todo cuando se usan esos valores como mecanismos para intervenciones validar, siendo para Occidente simples daños colaterales como estamos observando, una vez más, en el aeropuerto de Kabul, de su tablero de ajedrez geopolítico.
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