Las expectativas que Biden había provocado en la población estadounidense empiezan a derrumbarse frente a la situación decadente que ya estaba atravesando el país, además con la aplicación de políticas económicas poco esperanzadoras para los grandes sectores empobrecidos, se nota claramente que no habrá cambios significativos, aunque el programa gubernamental reconoce que existen más de 10 millones de personas están sin empleo, 14 millones de inquilinos están atrasados en sus pagos, 29 millones de adultos y al menos ocho millones de niños bregan con la inseguridad alimenticia, no se presenta una solución a largo plazo sino únicamente paliativos.
El programa fiscal del presidente Joe Biden incluyó un monto de 1.9 billones de dólares distribuidos en varios programas de ayuda alimentaria y al Departamento del Tesoro para que llegue un alivio a unos ocho millones de personas que no han recibido asistencia desde que empezó la pandemia. Entre las medidas más importantes se encontraban el pago a familias insolventes (410,000 millones de dólares); un auxilio económico a la población desempleada (246,000 millones de dólares); y transferencias de ingresos a los gobiernos estatales (360,000 millones de dólares), entre otros; sin embargo, estos rubros, que representan la parte más importante del financiamiento, consisten en transferencias temporales, por lo que los hogares quedarán prácticamente desprotegidos en poco tiempo.
De acuerdo al análisis del Dr. Noyola Rodríguez, maestro en economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, la población recibirá un ingreso temporal que ha permanecido inalterado, el salario mínimo a nivel federal el cual no ha tenido cambios desde hace nueve años. Las personas desempleadas recibirán un pago muy modesto que no solucionan sus demandas, pero la debilidad del programa radica en que las transferencias de ingresos son temporales. Mientras las empresas pagan salarios ínfimos a los empleados que han conservado su trabajo.
Esta propuesta habría beneficiado únicamente a trabajadores de ciertos estados en los cuales el salario mínimo es insignificante como Alabama, Delaware, Indiana y Florida. También los trabajadores de sectores esenciales como transporte, energía y servicios médicos- habrían sido recompensados con una remuneración muy básica. Finalmente, las minorías marginadas como los grupos hispanos, migrantes y negros habrían recibido un incremento de los salarios considerando que una gran parte de ellos está laborando en ocupaciones en donde sus sueldos son paupérrimos.
El mandatario apoyó la creación de un programa fiscal con efectos efímeros sin proponer iniciativas con mayor alcance como reformas en los planos fiscal y laboral que incluyera aumentar el sueldo y recuperar derechos laborales. Por otro lado, los miembros del Partido Demócrata se negaron a aprobar el incremento gradual del salario mínimo.
Pese a que se conservan algunos sectores productivos el estancamiento económico continuará después del programa fiscal en donde la clase media que perdió una gran parte de sus ingresos engrosaría la población empobrecida. La deficiencia de este plan es que los intereses de los grandes grupos empresariales que se han enriquecido en el curso de la pandemia son los grupos vinculados con las tecnologías digitales y han acumulado enormes masas de dinero, viéndose imposible su redistribución.
Los trabajadores norteamericanos continúan siendo contratados sin representación de un sindicato donde puedan tener derechos laborales como pagos por horas extras y reglamentación de una jornada laboral máxima de ocho horas.
El presidente Joe Biden enunció como un éxito la creación de 379,000 empleos en febrero del año en curso. No obstante, una cierta recuperación se concentró en los sectores de comercio, entretenimiento, alojamiento de turistas, comida y bares, pero realmente su cobertura es muy estrecha, estas ocupaciones se caracterizan por sus bajos salarios y los trabajadores comunes no han mejorado sustancialmente su condición económica. Una gran mayoría tecnificada han perdido la esperanza de encontrar empleo.
Por otra parte, se había propuesto anteriormente aplicar impuestos sobre los ingresos de las empresas en el exterior para erradicar los paraísos fiscales; aumentar la cuota de cánones en ingresos personales de la población con un mayor poder adquisitivo; y aplicar un gravamen sobre las transacciones financieras. Los congresistas del Partido Demócrata no aprobarán una iniciativa fiscal de envergadura, pues hay que recalcar que los demócratas con mayor preponderancia política son millonarios con estrechos vínculos con la cúpula empresarial entre los cuales destacan Nanci Pelosi y Charles Ellis Schumer, razón por la que la toma de decisiones cruciales es prácticamente imposible la aprobación de una reforma fiscal progresista que redistribuya radicalmente la distribución del ingreso a favor de los sectores marginados.
El costo del plan fiscal implica la expansión de la deuda federal que alcanzó un monto por 26 billones de dólares (100% del PIB) a finales de 2020. Bajo este contexto, los congresistas demócratas dejarían de apoyar la expansión del gasto público a través de mayor endeudamiento habiéndose reducido el número de contagios con la campaña de vacunación. La deuda pública terminará siendo pagada por las familias estadounidenses a través del cobro de impuestos junto con el recorte de programas sociales. Esto ha provocado una feroz oposición de los republicanos quienes acusan a este rescate económico como “excesivamente costoso y prematuro”.
Similarmente varias empresas multinacionales en el sector industrial, su capacidad de desembolsos alcanzó un nivel crítico que volverá complicado la continuidad en el pago de la deuda. El elevado endeudamiento de las compañías estadounidenses no augura una recuperación de la inversión privada, con lo cual las perspectivas económicas no son nada favorables para los trabajadores que estaban ocupados en la industria y con ello la creación masiva de empleos prometida por Biden no tiene ningún sustento.
En definitiva, el anuncio de este millonario rescate solamente responde a un discurso engañoso y a un asistencialismo demagógico y populista de la actual administración de la Casa Blanca.
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