Palestina ha sido sometida a un genocidio sistemático contra su población desde que el sionismo, en nombre de supuestos preceptos religiosos, fijara este territorio como perteneciente al "pueblo judío".
En consecuencia, el ataque contra la población palestina ha sido permanente y sostenida debido a la sólida alianza que existe entre el sionismo y Estados Unidos, junto a sus secuaces de Europa (Francia, Alemania, Reino Unido) y algunos colaboradores en el Oriente Medio, con Arabia Saudí a la cabeza, que han traicionado la causa árabe-palestina. Una alianza que, por cierto, puso en marcha la maquinaria del fundamentalismo wahabita (takfirismo y salafismo) para crear y subsidiar a ISIS, así como a otras sectas que expandieron el terror en toda la región.
En Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental, la violación de los derechos humanos se ha manifestado de todas las formas posibles, primero con la apropiación de territorios mediante acciones bélicas, que condujo a la expulsión de cientos de miles de personas de sus tierras, luego con los asesinatos selectivos y la matanza sistemática de mujeres, niños, niñas y ancianos; la profanación de los recintos sagrados, la tortura y el encarcelamiento de centenares de jóvenes menores de doce años, los desalojos violentos y usurpación de viviendas bajo amenaza de muerte y con la protección del ejército invasor. Pero lo más indignante es el sometimiento de toda la población palestina a un confinamiento masivo (apartheid) entre ciclópeos muros de cemento y cercas metálicas, haciendo de su territorio ancestral un dédalo de muerte, un archipiélago carcelario que se hunde en el mar de la ignominia, donde reina la carestía de servicios básicos (agua, luz, asistencia médica, alimentos) y la vida puede ser tan fugaz como el fogonazo de las bombas israelíes durante las noches. Todo ello en medio de una pandemia que ha sido utilizada como arma biológica contra la población.
El sionismo no solo realiza atroces incursiones militares por mar, tierra y aire, destruyendo hospitales, colegios, universidades, viviendas y bibliotecas, sino que también los cuerpos paramilitares de colonos "judíos" asesinan a personas de manera impune, se apropian territorios y derriban viviendas, destruyen los campos y arrancan de raíz al emblemático olivo. Viola flagrantemente la jurisprudencia internacional en todas las materias, hace jirones de las resoluciones y decretos de la ONU y de los tratados que, de por sí, ya son nefastos e inútiles, como el de Oslo. Como si fuera poco, el sionismo pretende negar la existencia del glorioso pueblo palestino, borrar su historia, su patrimonio cultural, sus lazos con la tierra. Para ello ha construido una narrativa de gran alcance mediático que los coloca cínicamente como las víctimas de un supuesto antisemitismo practicado por el pueblo árabe palestino, que es semita (vaya artimaña).
Por otra parte, enarbolan el llamado "holocausto" que padecieron los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial a manos del nazismo como un patrimonio moral que les otorga derechos y privilegios por encima de los derechos ajenos, pero hoy día (triste paradoja) se han convertido en feroces chacales que masacran a mansalva a todo aquel que se resista a sus pretensiones hegemónicas y de expoliación, igualando o superando con creces a sus antiguos verdugos fascistas. De modo que todo aquel que ose adversarlos inmediatamente es estigmatizado como antisemita y antijudío.
El único delito que ha cometido el pueblo palestino es defender su derecho a existir en el territorio que los vio nacer; y esa lucha, esa resistencia y resiliencia es asumida por la diáspora palestina y su descendencia, especialmente acá en Nuestra América donde convivimos armoniosamente con millones de ellos; pero también es una lucha y una resistencia que enciende la llama de la solidaridad en todos los corazones y la conciencia de millones de personas en todo el mundo, sin importar su origen, credo y cultura.
A pesar de todas las atrocidades practicadas por el ilegítimo "estado" de Israel, que es asesino, supremacista y racista, será vencido por el apego que tienen los palestinos a su tierra y a su patria; este amor vencerá a las armas genocidas y a los muros impuestos por ese cáncer llamado sionismo, que se cierne como una amenaza sobre toda la humanidad. Nada podrá contra este amor a la raigambre. Este poderoso sentimiento lo podemos apreciar en un memorable poema de Mahmud Darwish:
SOBRE ESTA TIERRA
Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: la indecisión de abril, el olor del pan
al alba, las opiniones de una mujer sobre los hombres, los escritos de Esquilo, las primicias del amor, la hierba
sobre las piedras, las madres erguidas sobre un hilo de flauta y el miedo que los recuerdos inspiran a los invasores.
Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: el fin de septiembre, una dama que entra,
con toda su lozanía, en la cuarentena, la hora del sol en la cárcel, una nube que imita un grupo de
seres, las aclamaciones de un pueblo a quienes ascienden a la muerte sonriendo y el miedo que las canciones
inspiran a los tiranos.
Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: sobre esta tierra está la señora de
la tierra, la madre de los comienzos, la madre de los finales. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando
Palestina. Señora: yo merezco, porque tú eres mi dama, yo merezco vivir.
Durante el Foro Palestina, Geopolítica de un Genocidio, los ponentes abordaron buena parte de estos aspectos arriba señalados. Para Laila Tajeldine, analista internacional, en estas acciones se plantea una violación permanente al derecho internacional, “Tenemos que recordar que existe una resolución directa de Naciones Unidas aprobada en el 2016, donde habla que Israel debe cesar inmediatamente la construcción de asentamientos en territorio de Palestina y apenas en el 2020 vimos 12 mil viviendas más que se han construido (...)en ese mismo año 2020 se destruyeron más de 300 hogares palestinos. Es una política de expansión, es una política de tomas de territorio palestino, es una política también de violencia, muertes”.
En el ataque contra el territorio palestino también se expresa en una especie de Apartheid. Esta idea fue expuesta por el profesor de la Universidad de Costa Rica, Sergio Moya: “estamos hablando del llamado muro de separación o muro del apartheid que lejos de dividir a los dos territorios a través de la línea verde, que fue la línea definida después de la guerra de los seis días, pues se introduce en territorio Palestino el 85% del muro del apartheid (…) también implica la destrucción de lugares sagrados”.
El profesor Miguel Ángel Contreras, profundizó sobre estas ideas desde el planteamiento de Eduard Said, manifestando que: “participamos en la medida en que vamos caracterizando y sobre todo cuando vamos consolidando la idea de que no estamos ante un conflicto, sino ante el apartheid (…) al distinguir el conflicto y nombrarlo como apartheid vamos a ver cuales son las prácticas del apartheid y la principal es la desposesión territorial”.
El Día Mundial de Al Quds se estableció como una fecha para la expresión de la solidaridad internacional con Palestina. El debate de ideas desde el mencionado foro formó parte de esta jornada conmemorativa que no pierde vigencia, dada la actual situación de agresión sionista contra la Franja de Gaza, Jerusalén Este y la sagrada mezquita Al-Aqsa.
Gabriela Molina y Ramón Medero
Vea el Foro completo, Palestina, Geopolítica de un Genocidio, a través de los siguientes enlaces:
https://fb.watch/5A2plPY3JJ/ y https://youtu.be/gP42PK24nCI
Igualmente, las ponencias, por separado, de cada uno de los participantes en:
https://youtu.be/xDmOSqZjruU ; https://youtu.be/ToWnUN3nj8A y https://youtu.be/L2FaejVwalQ
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