En efecto, el crecimiento desordenado de las urbes ha provocado la modificación del uso de la tierra, la reducción de los espacios abiertos y la destrucción de las áreas naturales han transformado los flujos de las aguas, aumentan las temperaturas y crean nuevos riesgos en la ciudad. El abandono del campo y la adopción de los estilos de vida urbanos conducen a otros problemas como la movilidad cotidiana, el consumo masivo, contaminación del aire, suelo y agua, además la congestión vehicular, el cumplimiento de horarios extendidos y el trabajo bajo presión ha conducido a hablar de altos niveles de estrés, situación que condujo a llamarla como epidemia del siglo XXI (Paris, 2020).
Esta situación en los actuales momentos se ve agravada por la presencia de una pandemia que está latente y no superada aún; “el riesgo al contagio del virus, el temor a ser portadores asintomáticos, las medidas de confinamiento sanitario, a veces la convivencia en viviendas pequeñas, la restricción de desplazamiento en la ciudad y la incertidumbre, son elementos que pueden ser grandes estresores que finalmente producen una vivencia cognitiva de inseguridad, desconfianza, irritabilidad, inquietud, aislamiento, insomnio, angustia, ansiedad”. (Michalland. Kinesiólogo, Magister en Neurociencia).
En estos momentos difíciles para la sociedad, frente a una crisis económica evidente, es necesario buscar un espacio personal y familiar para disfrutar junto al entorno natural, un camino para manejar y eliminar esta “sobre carga” es realizar cortos pero constantes contactos con la naturaleza, volver al río, a la montaña, al mar, al bosque, al parque.
La mayoría de las personas, salimos de forma espontánea en busca de la naturaleza para llenar espacios. Los retiros en un hábitat natural, son una recarga energética, ya que los efectos terapéuticos, se acumulan con las horas; una salida, un paseo o una simple caminata es un tiempo de calidad para nosotros mismos, hecho que nos permite realizar verdaderas sanaciones. Si se convierten en un hábito, tendremos la oportunidad de percibir un panorama diferente pese a las adversidades, pues esta convivencia con la naturaleza, nos facilita el sentir que somos parte de un universo vivo.
Los científicos dicen que andar rodeado de naturaleza, regenera el cerebro, aporta lucidez y tiene relevantes efectos beneficiosos sobre el sistema nervioso, debido a la carga de iones negativos en el aire. En Japón, los médicos recetan baños de árboles a sus pacientes… De forma instintiva, las personas que atraviesan malos momentos, acuden a sentarse a la orilla de un río, en la playa, suben montañas…. pues el murmullo del agua, el viento y las hojas se transforman en una melodía sanadora para el alma.
Ya en la última década se han impulsado actividades alternativas como campus terapéuticos, refugios para el deporte, el descanso y la meditación. Incluso las comunidades indígenas y campesinas ofertan sus servicios de turismo comunitario para dar a sus visitantes citadinos, una experiencia distinta junto a las parcelas de cultivos, jardines botánicos y animales de granja; y para quienes prefieren la aventura, está la selva amazónica, los páramos, las cascadas o lugares recónditos que mueven el espíritu ante las maravillas de la creación. Un espacio web para publicitar estos sitios ha escrito:
“La naturaleza es orden, potencia y matriz original. El orden se manifiesta en todos los ciclos, los lunares, estacionales, día /noche… y nos da paz. La potencia se manifiesta en los brotes que traviesan la tierra para germinar, en el agua que abre caminos, en la majestuosidad de los árboles ancianos… y nos regenera. La matriz original nos recuerda nuestra verdadera esencia, se manifiesta en absolutamente todo, las flores, frutos, insectos, animales…” (Inspyria, 2018)
Cada vez son más las personas que prefieren participar de actividades al aire libre, los jóvenes eligen caminatas ecológicas, deportes extremos o campamentos Estos espacios permiten entrar en contacto directo con la naturaleza, exploración de gran variedad de flora y fauna, aire limpio, ejercicio cardiovascular y contemplación.
En Colombia, además de estas actividades han incluido capacitación en jornadas de siembra; sembrar árboles, es muy gratificante, ya que significa devolverle a la tierra un poco de lo que se le ha explotado, es sembrar vida, producir oxígeno, dar frutos para las aves del cielo, y es un acto simbólico que representa el pacto de reconciliación del hombre con su entorno ambiental.
La Fundación Red de Árboles, por ejemplo, en su compromiso con las zonas más deforestadas por acciones humanas, continua con la siembra de árboles nativos, y ya se encuentra en varias ciudades del país como: Bogotá y alrededores, Cartagena, Medellín, Leticia, Cali, entre otras. Desde hace cinco años está reforestando y construyendo nuevos viveros con especies nativas y de páramo, con el fin de reverdecer de una forma responsable, con el conocimiento biológico y tecnológico para garantizar que se mantengan en condiciones óptimas para su adecuado crecimiento.
Para quienes eligen estas jornadas, se les recomienda un acompañamiento técnico de un guía forestal o alguien de la comunidad, pues su conocimiento y experiencia garantiza las visitas de posibles riesgos. Esta Red ecológica ha realizado las siguientes actividades con mucho éxito: recorridos en ecosistemas con gran variedad de fauna y flora; viajar por hermosos paisajes desde la altura de las montañas hasta el ocaso de la llanura. Vivencias que permiten coexistir con el medio ambiente sin destruirlo. Desarrollar la conciencia ecológica permite la contemplación de la naturaleza, reducen los niveles de estrés, fortalecimiento físico y sociabilización positiva.
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