A través de ellos se realizan múltiples operaciones (cobros, pagos de documentos, impuestos, convenios, imprescindibles en la vida cotidiana, la facilidad de las tarjetas plásticas representa el medio de pago más cómodo para muchos usuarios, aunque el beneficio para las entidades financieras sea mayor.
La banca brinda una serie de servicios también facilitan innumerables movimientos financieros, procesos que antes se los hacían presencialmente y ahora significan un ahorro de tiempo y esfuerzo. Pero junto con estos beneficios se han generado algunos fenómenos como la concentración, la formación de monopolios, la descentralización y otros, que de alguna manera estancan el desarrollo, y el surgimiento de problemas sociales.
Los bancos como auxiliares facilitadores de la producción, el ahorro y el comercio han ido paulatinamente generando una monstruosa acumulación de poder, basado en el acaparamiento de capitales e intereses. Que para muchos analistas pasa a ser considerada como “la naturalización de la usura” ya institucionalizada. Situación que ya ha llevado al caos económico y a la debacle de la economía productiva.
La banca representa el capital financiero que lucra con el cobro de intereses por créditos, con la sobreutilidad de negocios vinculados al otorgamiento de préstamos y con la posterior apropiación de bienes y servicios claves; acumulan riqueza, prestan y, cuando el cliente no puede pagar sus deudas se lo cobra en “especies” (la casa, las instalaciones de las empresas, las tierras, inmuebles, etc.). Hoy en día los bancos privados forman parte de un conglomerado económico, donde por un lado compiten entre ellos disputándose el mercado mundial, pero por otro actúan juntos basados en intereses comunes como oponerse y resistir cualquier propuesta de cambio que regule y controle su accionar.
El crédito en particular que se vendía a sí mismo como una herramienta para el desarrollo, ha terminado siendo un arma de doble filo, pues a largo plazo ha significado una esclavitud a este sistema sin lograr una autonomía personal o asociativa en caso de actividades comerciales; en el tema inmobiliario, la pérdida de la vivienda, factorías o instalaciones de sus negocios ha sido un drama social desatendido por el estado.
La banca privada se ha convertido en la vanguardia de una globalización que funciona como una suerte de imperialismo financiero. La acumulación de riqueza tendencia histórica del capitalismo, ha desbordado los canales de la inversión productiva para pasar a inflar las burbujas especulativas, sistematizar la usura, y acelerar la concentración oligopólica.
A comienzos de los años 70 del siglo pasado se potenció la usura a nivel global, endeudando no solo empresas sino países. El Neoliberalismo de los años 80 y 90 terminó con las pocas barreras que tenía el capital financiero internacional, con la apertura de los mercados y gracias a los grandes avances tecnológicos en las telecomunicaciones, se ha instalado un verdadero estado privado – paralelo - ejerciendo un dominio sobre las pequeñas economías y la política latinoamericanas a través de la especulación y la usura, como una verdadera dictadura de facto.
En 2008 se produjo una implosión financiera en el núcleo económico del imperio, que tuvo entre otras condiciones previas, el voraz endeudamiento de los ciudadanos estadounidenses. La avidez del capital generó la burbuja especulativa y contagió también a Europa. Los gobiernos no tomaron medidas para limitar el poder financiero, por el contrario, la banca pública, subsidió a los bancos privados con miles de millones de dólares y euros, mientras la gente perdía sus viviendas.
Entre 2009 y 2014, las entidades financieras más fuertes pagaron 178.000 millones de dólares, para evitar sanciones y juicios por actos de corrupción (manipulación de mercados, evasión fiscal, falsedad de datos, fraude bancario, lavado de dinero de actividades ilícitas) que estuvieron involucradas en el mercado bancario mundial. A lo que se suman los “paraísos” fiscales; importantes consultoras, los agentes inmobiliarios internacionales; las bolsas de valores, las aseguradoras y reaseguradoras y numerosas figuras “legales” para obtener una porción cada vez mayor de los réditos en la economía, permitiendo en muchos casos la fuga de capitales y lavado de activos a gran escala, como la banca offshore. Al momento no se ha sancionado ni ha cerrado a ningún banco, por estos actos ilícitos.
La banca además manipula los organismos financieros a nivel mundial y ha gestado su “justicia” global, mediante tribunales internacionales como el CIADI. La Reserva Federal de Estados Unidos, el FMI, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, que son parte del núcleo, de los grandes instrumentos institucionales que están bajo dominio real de una élite financiera privada internacional que somete al resto de naciones, y resisten al eterno endeudamiento y sanciones económicas.
El Partido Humanista europeo ha calificado esta situación como Dictadura del Capital Financiero Internacional, principal responsable del hambre, la depredación del medio ambiente, la violencia social y buena parte de conflictos armados en el mundo, y proponen:
Estatizar la banca y administrar el manejo del flujo financiero, es una medida revolucionaria e imprescindible. Los bancos centrales de los países, no pueden seguir siendo sucursales del poder financiero global. Deben surgir bancos públicos en toda la escala del multinivel administrativo (Estados, provincias, regiones, municipios, alcaldías, y comunas. (2020)
Explican que el Estado no apuntará a lucrar como los privados, sino financiar el aparato productivo y el consumo de la población. Los gobiernos deben dejar de rescatar a los bancos con los recursos de toda la sociedad en momentos de crisis deben rescatar a ahorristas, jubilados y trabajadores. Urge crear una banca pública mundial solidaria y, mientras exista la banca privada, fijar impuestos a los grandes capitales especulativos y a las transacciones financieras.
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