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Semblanza de la juventud cubana: perspectivas en pleno siglo XXI

 

Autora: Jessica Pernía. Ilustración: Etten carvallo

Segundo Paso para Nuestra América.- Desde la generación del 30, pasando por la generación del centenario de Martí en la década de los 50, la generación de los 70 hasta la década de los 90, y en la actualidad, la juventud revolucionaria de Cuba ha sido protagonista de las grandes transformaciones políticas, sociales, culturales y económicas de la Isla; cada momento, cada hito, cada inflexión han tenido como soporte la visión y acción de los movimientos estudiantiles, campesinos, obreros, dejando una impronta que marca las perspectivas del ejercicio político en Cuba, como ejemplo para las hazañas revolucionarias por venir.

Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden, las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino!

Son precisamente los jóvenes los abanderados, los creadores, los forjadores de la nueva América. No se deben imitar moldes foráneos ajenos; la solución debe salir de las entrañas de la América nuestra
José Martí, “Nuestra América”. México, 30 de enero de 1891

 

Historia, presente y perspectivas

La historia y el devenir de la Revolución Cubana gozan de un nutrido conjunto de experiencias y rasgos políticos, sociales, literarios y culturales, caracterizados por la participación de amplios sectores de la juventud como protagonistas principales de los hechos y contextos que han edificado a la sociedad cubana revolucionaria.

A cada desafío histórico en la configuración del movimiento revolucionario cubano, se podría decir que cada generación de jóvenes ha salido al paso con gallardía, a pesar de las complejidades y tensiones de cada momento.

Desde la generación del 30, con Julio Antonio Mella y tantos otros y otras jóvenes que lucharon firmes por la epopeya independentista, pasando por los jóvenes de la generación del Centenario, en los 50, con Fidel Castro a la cabeza, formando un movimiento militar y social que logró conquistar el poder; hasta una consolidada generación de jóvenes comunistas en la actualidad, el devenir político de Cuba ha contado con el protagonismo de la juventud.

Pero ¿Cuál ha sido la característica particular de cada movimiento o generación de estas y estos jóvenes? ¿Qué necesidades les movieron, qué contextos? ¿Cuáles fueron y son hoy las perspectivas y realidades que cada generación enfrentó o debe enfrentar?

Si partimos de la premisa de que una generación está formada por personas cuya ubicación común en la historia les proporciona una imagen colectiva, tal como refieren William Strauss y Neil Howe (1991), precisamos entender las particularidades, no solamente en lo referente a la agregación etaria, sino a la subjetividad social, política y cultural de la “imagen colectiva” de cada momento histórico y su praxis común.

La epopeya independentista

Es un reto esquematizar la cantidad de eventos y circunstancias que contextualizaron la década del 30 en Cuba, incluso sus momentos previos. Sin embargo, está claro que tras largos años de lucha por la independencia cubana de las colonias española y estadounidense, la puja por la instauración del modelo republicano, tuvo los mismos desencantos internos que en la mayoría de las luchas independentista de la región, como la puja por los intereses de las clases, la marginación de muchos grupos sociales, los albores de la gran depresión, los intereses de las castas militares, entre otros.

Los jóvenes estudiantes, universitarios en su mayoría, representaron entonces la luz en el camino. Desde el Grupo Minorista, que agrupaba a creadores, artistas, literatos, músicos, intelectuales, de tendencia antimperialista, hasta la conformación de la Federación Estudiantil Universitaria, la Liga Antimperialista de Cuba, y el Partido Comunista de Cuba, organizaciones fundadas y promovidas por jóvenes como Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Raúl Roa, Rafael Trejo, Antonio Guiteras y Pablo de la Torriente.

Bajo el ideario de José Martí, se puede decir que la juventud del 30 protagonizó la lucha por la liberación nacional, la lucha por las libertades sociales y los derechos del pueblo, dejando la impronta revolucionaria para las generaciones por venir.

La épica subversiva

La alta carga épica que ha representado la obra de la llamada generación centenaria, puso de nuevo la mirada en las y los jóvenes patriotas como protagonistas de la historia, pero no solo de la historia por vía de las ideas, sino por vía de las armas.

Una tremenda divergencia entre el ascenso económico de la isla y las altas clases sociales, con el descenso y depauperación de la vida del cubano común, en la ciudad o el campo; el agotamiento por un período histórico caracterizado por el terror y la violencia, los golpes de estado y las pujas de poder, el hambre y la necesidades; al mismo tiempo que una creciente madurez del movimiento revolucionario, de la organización de jóvenes en universidades, fábricas, incluso en el campo, abrieron el compás sin duda, al triunfo del movimiento revolucionario.

Es así que una tropa de 160 jóvenes cubanas y cubanos, liderados por Fidel Castro con apenas 27 años, en el año del centenario del nacimiento del Apóstol José Martí, deciden asaltar al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, y al mismo tiempo el Cuartel Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, un 26 de julio de 1953. A pesar de haber fracasado y haber sufrido 55 bajas entonces, fue una hazaña que preparó el terreno para que seis años más adelante, en 1959, estos jóvenes fortalecidos en pericia y número, lograran el triunfo de la   Revolución.

Pero no solo lograron derrocar la dictadura del general Fulgencio Batista, sino implementar un programa político de muy elevada concepción intelectual, humanista y organizativa: El “Programa del Moncada”, con el que buscaron apalear y transformar definitivamente y hasta ahora el problema de la propiedad y uso de la tierra, el de la necesidad de industrialización, el de la vivienda para el pueblo humilde; “el del desempleo, el de la educación y el de la salud del pueblo”.

La generación del sostenimiento y el desarrollo

La realidad política, económica y social por venir, tras el triunfo de una   Revolución semejante en la isla, mantuvo a las y los jóvenes a la cabeza de las transformaciones, creando un “nuevo marco para el desarrollo (…) signado por dos procesos: elevada movilidad social de carácter ascendente y activa participación en todas las esferas de la vida social (educacional, laboral, política, de defensa del país), según señala María Domínguez (2000).

Los jóvenes de la generación posterior al triunfo de la Revolución, fue una “generación de transición”, caracterizada por ser partícipe, beneficiaria y protagonista directa de los cambios y transformaciones al interior de la sociedad cubana. El acceso masivo a la instrucción y educación, la fuerte actividad productiva en el campo, la organización social y política, el amplio acceso a la formación y preparación artística y cultural, la amplitud laboral, definieron el cambio de época.

Un equilibrio entre “los procesos de socialización y los de participación”, abrieron las puertas para un gran movimiento de jóvenes en todas las esferas públicas y privadas, ligadas a la formación de una identidad juvenil en la búsqueda de soluciones a los problemas colectivos, en la que había confianza por la visión fresca y novedosa de los y las jóvenes.

No todo fue color de rosas en el proceso de cambio revolucionario, las vicisitudes económicas ligadas a las tensiones políticas con los países alrededor, los problemas en el cumplimiento de los objetivos planificados desde la dirección revolucionaria, marcaron puntos de inflexión para la juventud, pero sin duda es la generación que se caracteriza por haber sido la protagonista de los cambios a lo interno de la sociedad, la constructora de las bases de lo que ha sido la Revolución en Cuba.

La generación del período especial

La realidad política económica sufre un cambio drástico en la Cuba de los noventa, con lo cual cambian bruscamente las características que sostienen el movimiento juvenil en la isla.

La caída del bloque soviético, aliado fundamental de la Cuba revolucionaria, el recrudecimiento del embargo norteamericano, los cambios socio políticos derivados, hicieron mella en el proceso de ascenso social y económico de los y las cubanas, tensionó dramáticamente la política interior y exterior de la dirección revolucionaria, y sin duda, erosionó las entornos y expectativas de la juventud.

Sin embargo, la consolidación de la organización e identidad de las y los jóvenes sirvió también como base para soportar la complejidad del momento. Fueron precisamente los conjuntos de jóvenes ya profesionalizados, capacitados, formados por la organización revolucionaria, con un gran sentido del deber social, quienes sirven como frente de vanguardia para la resistencia del momento de crisis.

Contingentes de médicos y médicas, técnicos, educadores y educadoras, cultores y cultoras, salen a protagonizar grandes hazañas internacionalistas, como formas de intercambio político y económico con otras naciones.

Se propicia de algún modo lo que María Domínguez (2000) señala como “niveles de descentralización que propician mayor autonomía a las instituciones; un uso más racional de los recursos y las potencialidades propias; una mejor comprensión de la relación entre el proceso socialista y la independencia de Cuba como nación; una conciencia de la necesidad de reformulación de las metas sociales a alcanzar desde estas propias circunstancias”.

Aún a pesar de las dificultades y la reducción de oportunidades, desde entonces generación tras generación fue garantía de trabajo calificado para sostener los altos niveles de calidad educativa, de atención médica masiva, de actividad productiva en el campo, de relevo en las instancias del poder local y nacional, de sostenimiento de la organización social, de prestación de servicios, y un sin número de actividades necesarias para la defensa de la soberanía y el proyecto revolucionario.

La generación actual: la apertura

Tras décadas de lucha revolucionaria, muchas realidades han cambiado. Los desafíos han sido otros. No solo en el campo de la economía, que frente a las transformaciones globales ha sufrido sus propias reformas, sino también – o, en consecuencia- en el campo de lo social, cultural y político.

Las variaciones en materia política lograron que Cuba alcanzara niveles de alianza inconmensurables con las naciones latinoamericanas tras el auge progresista de década del 2000, a la cabeza del gobierno revolucionario de Hugo Chávez, más adelante Néstor Kirchner, Lula da Silva, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, que dieron al traste con cierto nivel de recuperación económica en la isla, que más adelante menguó, tras la caída del bloque progresista emergente con la muerte de Hugo Chávez, de Kirchner, el golpe a Lula, la salida de Correa, entre otros factores.

Además, los cambios vertiginosos en materia científica y tecnológica, que sin duda también han modificado el panorama global respecto a las formas de trabajo, de producción, del universo financiero, de los intereses sociológicos y comunicacionales de las y los jóvenes cubanos, aún con sus enormes brechas.

El sostenimiento del bloqueo norteamericano, incluso su recrudecimiento a lo largo del tiempo, es otro de los factores transversales a tomar en cuenta. Sin olvidar la reciente pandemia de la COVID 19, que ha complejizado aún más la situación económica social de la isla, dejando en condición de vulnerabilidad a cientos de familias al interior de la nación.

En este sentido, las necesidades, expectativas y visiones de la juventud cubana van cambiando, y parece abrirse una grieta generacional caracterizada por la crisis y las transformaciones político económicas, “cada nueva generación aspira a vivir en condiciones superiores a las generaciones que le precedieron”.

Las recientes convulsiones sociales, son muestra de la situación, justamente porque han sido promovidas desde los sectores juveniles despolitizados, inconformes y afectados, que no son la totalidad, sin embargo, también hay otro sin fin de jóvenes activando aún en los espacios populares y políticos, como la Organización de Pioneros José Martí, o la consolidada Unión de Jóvenes Comunistas, incluso la Asamblea del Poder Popular que cuenta entre sus filas a tantos y tantas jóvenes.

Pero estas condiciones complejas actuales imputan a la sociedad cubana, a la dirección política, a las instancias populares, abrir o expandir más iniciativas para la inserción económica, política y social a la juventud, propiciando la socialización y la repolitización de las nuevas generaciones, hacia el fortalecimiento y evolución de la Revolución, en correspondencia con la satisfacción de las expectativas individuales y colectivas.

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