Durante los capítulos, Klein nos explica cómo el capitalismo, en su fase globalizada, ha hecho que la consumición de recursos sea tan vertiginosa, que los sistemas habitados por el ser humano se han vuelto inestables y potencialmente inviables. El proceso acelerado de las últimas décadas ha ido de la mano con la institución de un orden mundial basado en la liberalización del comercio. Adiós a los aranceles y a las medidas proteccionistas, bienvenida la libre y vertiginosa circulación de objetos en todo el planeta. Así, en verano y si usted está en Santiago de Chile, podrá elegir en el supermercado entre una sandía de Paine (una localidad rural aledaña) y otra del Perú. Respecto a la última, la pregunta razonable sería ¿Y qué hace aquí? ¿Por qué no la vendieron más cerca de donde se produjo? Ésa es la inercia que produce el libre comercio y para que ella se materialice se necesita petróleo.
Frente a esta dominación, que es una mezcla de sistema y cultura, Naomi Klein plantea la necesidad de la resistencia. Por ella entiende a la capacidad de los seres humanos de organizarse, para así promover sentidos comunes y acciones que no reproduzcan la inercia imperante. Por ejemplo, la cosmovisión de los pueblos originarios, las comunidades en pugna frente al extractivismo, las economías locales, que favorecen a los pequeños productores y el activismo ecológico. En resumen, se trata de un enfoque que define al cambio climático, como un asunto esencialmente político, cuya solución depende de las formas de lucha contra el poder.
Entre los muchos párrafos que podrían resumir el corazón del problema, éste parece hacerlo especialmente: “El cambio climático no ha sido tratado nunca como una crisis por nuestros dirigentes, aun a pesar de que encierre el riesgo de destruir vidas a una escala inmensamente mayor que los derrumbes de bancos y rascacielos… Es evidente, que el hecho de que algo reciba la consideración oficial de crisis depende tanto del poder y de las prioridades de quienes detentan ese poder como de los hechos y de los datos empíricos. Pero nosotros no tenemos por qué limitarnos a ser simples espectadores de todo esto… Si un número suficiente de todos nosotros dejamos de mirar para otro lado y decidimos que el cambio climático sea una crisis merecedora de niveles de respuesta equivalentes a los del Plan Marshall, entonces no hay duda de que lo será y que la clase política tendrá que responder, tanto dedicando recursos a solucionarla como reinterpretando las reglas del libre mercado que tan flexiblemente sabe aplicar cuando son los intereses de las élites los que están en peligro”.
A la luz del informe del IPCC, las reacciones han sido múltiples, incluyendo a América Latina, pero si se quiere ser preciso habría que señalar que los países menos desarrollados han sido contribuyentes muy menores al calentamiento global. No lo decimos para que no pongamos nuestro grano de arena, de hecho, es nuestro deber, pero solo para decir que es eso: algunos granos de arena, en una playa donde las rocas son las grandes potencias y corporaciones. Si lo queremos poner en términos de estados-nación, la evidencia es clara: solo entre China, Estados Unidos y, en menor medida, India, son responsables del 50 por ciento de los gases de efecto invernadero.
En su descomunal esfuerzo por acumular información, y acto seguido en la construcción de la respuesta a qué se entiende por resistencia, Naomi Klein desarrolla una contrapropuesta frente al modelo imperante. Como se sabe, el sistema capitalista ha sido tan poderoso, como también objeto de varias alarmas falsas de muerte, donde muchas veces se han confundido los deseos con la realidad, esto principalmente por carencia de alternativas. En medio de la aparente llegada del apocalipsis contenida en el informe del IPCC, Esto lo cambia todo se convierte en una invitación a pasar de la depresión que inmoviliza a la acción política. Eso lo cambia todo.
Columna de Patricio López Para SegundoPaso ConoSur
Periodista. Director Radio y Diario Universidad de Chile
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