SP NuestrAmérica

Brasil a contrareloj

Autora: Jessica Pernía.

Segundo Paso para Nuestra América.- ¿Qué ha pasado en Brasil a casi tres años del ascenso de Bolsonaro? El ex capitán, como representante de una triada de fracciones de poder, ha llegado a límites impensables como defensor del autoritarismo proto fascista aplastando a las minorías sociales, ha promovido un paquete de reformas económicas neoliberales, ha alcanzado los mayores niveles de destrucción de la Amazonía, y ha sido el principal responsable de la crisis sanitaria producto del COVID 19 en Brasil. Todo esto protegido por el hada madrina de las fuerzas militares y las élites económicas. Sin embargo, bajo la suma de elementos de sus políticas erráticas y desesperadas, la popularidad de Bolsonaro ha ido cayendo en picada, y después de vivir “la reedición de un ayer sombrío”, queda el peso de las nuevas decisiones en el pueblo brasileño, en sus instituciones, en los principios constitucionales y democráticos, y en la luz de del entendimiento de la historia y la memoria. Todo a contrareloj.

Brasil, una de las naciones distintivas de América Latina en el plano político, económico y social, sobre todo en la América Latina democrática y progresista de la llamada época dorada, durante el período 2003-2016, se ha transfigurado en una nación amenazada y expuesta por una dirigencia,  en el menor de los casos,  de tilde fascistoide, pero al mismo tiempo, a diferencia de los gobiernos fascistas de la historia, profundamente inepta.

 

Desde el advenimiento de Jair Bolsonaro como Presidente de la nación, ya en enero de 2019, se ha develado y demostrado su objetivo de “liquidar la constitución de 1998” como resalta Matías Caro, profesor de Derecho.

 

Y es que el ex capitán de las Fuerzas Armadas de Brasil, nunca ha sido un defensor del Estado de derecho. Por lo cual, desde su casi fortuito crecimiento de popularidad como candidato presidencial, ya se consideraba que de lograr el triunfo electoral durante 2018, su gobierno podía representar el comienzo de la institucionalización del populismo de derecha en América Latina, que ya se vislumbraba en varios gobiernos de Europa y en la propia Norteamérica con Donald Trump, y parecía un modelo listo para exportar. “Desde el principio, se sabía que (Bolsonaro) intentaría forzar un cambio desde el populismo de extrema derecha al autoritarismo” reseña el profesor Frédéric Vandenberghe:.

 

En octubre de 2018 Jair Bolsonaro se convirtió en el nuevo presidente de Brasil -electo con 55% de los votos en la segunda ronda-. Había sido un oficial del ejército y diputado sin cartera (backbencher) en la Cámara Baja brasileña. Subió al poder con una campaña de extrema derecha en la que se mostró como alguien ajeno a la política y en la que prometió echar atrás muchas de las iniciativas adoptadas durante los años de Lula y Rousseff. Contraria a la situación política optimista de 2010, la campaña de Bolsonaro en 2018 se basaba en una agenda pesimista que se centraba en la ley y el orden en el ámbito político, y en las prescripciones neoliberales habituales en el económico. La gran recesión de Brasil de 2014 a 2016, el colapso de la administración de Rousseff en 2016 y el pésimo desempeño de su sucesor, Michel Temer, favorecieron en gran medida a Bolsonaro (Barbosa-Filho, De Dilma a Bolsonaro, 2021)

 

Contexto Político Previo

 

No se puede olvidar el contexto político previo a las elecciones presidenciales de 2016, en las que existía un rechazo amenazador a las consecuencias de la seguidilla de errores político – económicos en los gobiernos de Lula Da Silva, Dilma Rousseff y Michel Temer. Pasando por las cuestionadas alianzas del Partido del Trabajo con organizaciones, empresarios, y partidos controvertibles dentro de la política nacional. Más adelante el propio impeachment contra Dilma Rousseff, que a pesar de las inconsistencias judiciales y los intereses políticos de sus detractores, dejó honda huella en el imaginario colectivo; además de sus errores en materia administrativa y económica que dieron al traste con la recesión del año 2014-2016; sin obviar la traición al programa perpetrada más adelante por Michel Temer, en un lamentable ejercicio político.

 

Cuestiones que sin duda dejaron una huella en sus seguidores, debilitando la confianza política, estimulada además por las campañas antidemocráticas en curso, promovidas por una acérrima derecha al acecho. Todo esto dio al traste con la derrota política electoral, que permitió el ascenso de una figura “políticamente incorrecta” pero carismática, controversial y fuerte de un ex militar, sostenida por una plataforma compuesta por  fracciones de poder nacionalistas, religiosas, y liberales.

 

Tales sectores están representados principalmente por la iglesia evangélica, de gran poder económico y político (cuentan con sus propias bancadas de legisladores), los liberales del Movimiento Brasil Libre (MBL) principales impulsores del Impeachment a Dilma Rousseff; y los militares, de corte nacionalista, con gran poder infraestructural en tanto la policía de Brasil es militar y son en términos prácticos reservistas del ejército. (M. Caro, Análisis del discurso populista de derecha: El caso brasilero)

 

Fórmula de Poder

 

Pero ¿Qué ha traído este fórmula de poder a Brasil a casi tres años del ascenso de Bolsonaro? Es una pregunta de las más planteadas.  Bolsonaro,  como representante de esta triada de fracciones de poder, ha llegado a límites impensables como defensor del autoritarismo aplastando a las minorías sociales, ha alcanzado los mayores niveles de destrucción de la Amazonía,  y ha sido el principal responsable de la crisis sanitaria producto del COVID 19 en Brasil. Sin dejar atrás que ha sido el portavoz oficial de la libertad de uso de armamentos por la población civil, y el ajusticiamiento parapolicial.

 

Ha impulsado los proyectos teo-conservadores (educación en el hogar, lucha contra las llamadas “ideologías de género” en la educación nacional) exigidos por las iglesias evangelistas, y las reformas económicas neoliberales (privatizaciones, reforma administrativa, austeridad) que agradan a los lobbies patronales y bancarios. (Vandenberghe y Pereira, El Brasil de Bolsonaro o la estrategia del caos, 2021)

 

El mundo se ha quedado perplejo frente a cada afirmación pública, frente a cada decisión política y cada movimiento generado por Bolsonaro. Dejando retornar prácticas autoritarias, conservadoras y fascistas que parecían inconcebibles luego de salir del período dictatorial de los años 60 a los años 80.

 

Bolsonaro además tiene su hada protectora, y es nada más y nada menos que la fuerza militar brasileña. Como ex-capitán del ejército, ha sostenido a la administración del  gobierno proto fascista con una larga cantidad de cargos militares, otorgando poderes agregados a las fuerzas armadas, y lavándole la cara a las aberraciones cometidas por la dictadura militar.

 

Bolsonaro, un excapitán del ejército, ha llenado su gobierno de derecha con personal militar, ha otorgado poderes adicionales a las fuerzas armadas y ha hecho todo lo posible por limpiar el nombre de la dictadura militar que gobernó el país por dos décadas hasta 1985. Su retórica invoca valores que son populares en los cuarteles: orden, nacionalismo y autoridad (International Crisis Group, La fuerza y la derecha, 2021)

 

No se puede dejar de agregar al desarrollo de las políticas conservadoras del gobierno de Bolsonaro, al fenómeno de la fuerza militar administrando parte del gobierno, al retorno de las medidas neoliberales a la economía y a la política brasileña, y al desastre en materia de administración ambiental y sanitaria, la cercanía y alineación de Bolsonaro con el gobierno norteamericano.

 

Ruptura de alianzas

 

La firma de la Agenda para la Prosperidad con Trump durante 2019 consolidó esta alineación, y extendió  otros acuerdos de colaboración comercial, regulación , y apertura de la economía estadounidense sobre la brasileña, además de propiciar con esto una lógica de ruptura de las alianzas y acuerdos con los países del sur, logradas por los gobiernos de Lula y Rousseff.

 

En lo que va del gobierno bolsonarista, Brasil consolidó su salida de la Unasur, abandonó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), asumió un rol secundario en el Grupo de Lima, no mostró mucho entusiasmo hacia el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), el organismo creado en 2019 para reemplazar a la Unasur, y contribuyó a que la Organización de Estados Americanos (oea) retomara un rol activo en América Latina. Bolsonaro también pasó de plantear la irrelevancia del Mercado Común del Sur (Mercosur) y amenazar con salir del bloque (Frenker y Azzi, Jair Bolsonaro y la desintegración de América del Sur, 2021)

 

Popularidad en descenso

 

Sin embargo, tras la salida de Trump, y bajo la suma de elementos de sus políticas  erráticas y desesperadas, la popularidad de Bolsonaro ha ido cayendo en picada. Los conflictos de poder a lo interno de las fuerzas militares incitados por la caída de su aceptación pública, han logrado que éstas, sus mayores defensoras, se empiecen a retractar, o en su defecto, alejar tácticamente. La prensa o los medios  de comunicación están jugando al repliegue de igual manera, las fuerzas económicas nacionales que le contenían inclusive, y gran porcentaje de sus seguidores se han retraído. El Instituto Paraná Pesquisas durante agosto de 2021, estimó que la desaprobación a su candidatura para las elecciones de octubre 2022 es de 49,1 %. Otros sondeos más recientes indicaron que Bolsonaro cuenta con un índice de rechazo del 65%.

 

Desde el mes de octubre hasta ahora las calles de Brasil han sido escenario de protestas  multitudinarias contra el ex capitán, bajo la consigna “Fuera Bolsonaro”, al que acusan de devastar la economía, el medio ambiente, la sanidad pública, además de incentivar la corrupción y la desigualdad.

 

Recientemente, la Comisión de Investigación Parlamentaria del Senado brasileño publicó un documento con las conclusiones de una investigación sobre delitos cometidos por el gobierno de Bolsonaro en la gestión de la pandemia de covid-19 en Brasil.  La comisión denunció que Bolsonaro incurrió en crímenes contra de lesa humanidad por su “negacionismo” ante la pandemia. Negacionismo que posicionó a Brasil con la segunda cifra más alta de muertes por coronavirus después de Estados Unidos. Son 80 acusaciones, entre ellas acciones punibles de incumplimiento de medidas sanitarias preventivas; empleo irregular de recursos públicos; incitación al delito; falsificación de documentos privados; crimen de prevaricación; curanderismo; crimen contra la humanidad; y delito de responsabilidad.  La comisión involucró en la investigación a 3 de sus hijos, 4 de sus ministros y otras 61 personas relacionadas a su gobierno.

 

Imprevisible e irascible, Bolsonaro se vuelve cada vez más peligroso, provocando una crisis tras otra. La irresponsabilidad y la improvisación en la ejecución de las políticas públicas han podido ocultar que la instauración del caos es, en realidad, el camino más seguro para socavar los cimientos de la república y concentrar, poco a poco, el poder en su única persona. (Vandenberghe y Pereira, El Brasil de Bolsonaro o la estrategia del caos, 2021)

 

Brasil, que llegó a ser nombrada como la 8va potencia mundial, faro de la región nuestroamericana, sin duda ha tenido que padecer este período obscurantista, “la reedición de un ayer sombrío” como lo calificó Waldo López en un análisis del documental “Democracia em vertigem” de Petra Costas sobre la historia reciente de Brasil y el papel de Bolsonaro, parece que puja por levantar cabeza y limpiar la vergüenza de este retroceso. Queda el peso de las decisiones en el pueblo brasileño, en sus instituciones, en los principios constitucionales y democráticos, y en la luz de del entendimiento de la historia y la memoria. Todo a contrareloj

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