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Assange: El peso de un cambio de paradigma sobre la libertad de información

AUTORA: JESSICA PERNÍA

Segundo Paso para Nuestra América.- Julian Assange ha sido el creador, rostro y voz de WikiLeaks, como una plataforma novedosa, basada en alta tecnología de programación, que además de difundir información masiva sobre los manejos sombríos y desdeñables de los gobiernos poderosos, se ha convertido en un “disidente político” más, que se suma a la batalla por un modo distinto de libertad comunicacional y tecnológica, que está siendo debatida en todos los entornos, frente a la crisis ética de la política, los grupos de poder, la comunicación y la sociedad. Recientemente, este debate se volvió a posicionar, tras el recurso que el gobierno de EEUU ganó el pasado 10 de diciembre de 2021 ante el Tribunal de Apelación de Londres para su extradición y juicio en territorio norteamericano.

Los debates globales sobre la libre expresión, la libertad informativa, la ética periodística -incluso la ética tecnológica-, la política gubernamental,  y la corporativa, han copado la agenda pública tras los últimos acontecimientos del fenómeno Assange.

Julian Assange, es programador informático, comunicador y activista de la libertad de distribución y acceso a la información, fundador de la plataforma virtual Wikileaks, cuyo registro data de 1999, pero cuyo lanzamiento fue durante 2006, y que se proponía ser un sistema libre de censura que “permitiera la filtración masiva e imposible de rastrear de documentos”, con su consecuente análisis político, que fue detenido por autoridades suecas durante el año 2010 por supuestos delitos sexuales, y más adelante acusado de otros 18 delitos por el departamento de justicia de Estados Unidos, fundamentalmente por la presunta violación de la Ley de Espionaje norteamericana, y por piratería informática.

Assange, se puso en la mira del gobierno estadounidense, tras publicar en su plataforma durante 2009 y 2010, material masivo y clasificado del Ejército norteamericano sobre las guerras de Irak y Afganistán, incluyendo un polémico video sobre soldados estadounidenses disparando a mansalva contra civiles en Bagdad, desde un helicóptero durante 2007, donde se ocasionó la muerte de más de una docena de personas, incluyendo dos periodistas de la agencia de noticias Reuters.

A través de la plataforma Wikileaks, que funciona con alta tecnología de criptado y diversos especialistas, colaboradores y verificadores, se filtraron también más de 700.000 documentos diplomáticos de EE.UU. y cables de sus embajadas e distintos países, en un fenómeno de desclasificación de información sin precedentes al que se denominó Cablegate, que develó las irregularidades, crímenes y excesos de la diplomacia norteamericana y sus estrategias militares.

Luego de este revuelo de Wikileaks, los debates sobre los modelos de comunicación, el periodismo y el acceso a la información se han avivado, pues muchos especialistas piensan que se ha fundado un “modelo pionero de periodismo” basado en el uso de tecnología, que suma nuevas perspectivas sobre el acceso ciudadano a los datos, de forma directa y sin manipulación, el ejercicio del periodismo de investigación sin regulaciones, la libertad de expresión en el contexto actual, e incluso un enfoque emergente sobre el derecho a la filtración de datos, y la seguridad o amparo de especialistas filtradores.

Según un análisis de la periodista Roxana Baspineiro, diversos defensores de derechos humanos convienen que el caso contra Julian Assange y Wikileaks, “tendrá un impacto directo en la situación de los periodistas de todo el mundo”, pues se convertirá en un precedente legal y político para quien se atreva a filtrar y analizar información que se considera clasificada por los gobiernos, fundamentalmente de los gobiernos imperialistas o guerreristas. Expone Bapisneiro, que los expertos coinciden en que “es la libertad de prensa la que estaría siendo juzgada (…) en su papel de cuestionar y exponer información de interés público, especialmente cuando implica graves violaciones a los derechos humanos.”

Recientemente, este debate se volvió a posicionar, tras el recurso que el gobierno de EEUU ganó el pasado 10 de diciembre de 2021 ante el Tribunal de Apelación de Londres para la extradición y enjuiciamiento de Assange en territorio norteamericano, quien se encuentra detenido en una cárcel de alta seguridad de esta nación, después de que el Gobierno de Ecuador pusiera fin al asilo que le había concedido en 2012 en su embajada.

Rebecca Vincent, de Reporteros Sin Fronteras expuso para un conocido diario: “Creemos plenamente que Assange es perseguido por la contribución que hizo al periodismo, pues la publicación en Wikileaks de miles de documentos clasificados, entregó una amplia información de interés público a los medios de comunicación de todo el mundo, exponiendo crímenes de guerra”.

Del mismo modo, el conocido periodista e intelectual Ignacio Ramonet, resaltó en una editorial sobre el caso Assange: “Las democracias no deben ocultar nada; los dirigentes políticos, tampoco. Si las acciones públicas de estos últimos no son incompatibles con sus actuaciones públicas o privadas, las democracias no deberían temer la difusión de “información filtrada”. En este caso –y solo en este caso–, ello significaría que son moralmente ejemplares y que el modelo político que encarnan –juzgado como “el menos imperfecto de todos”– podría de verdad extenderse, sin obstáculo ético alguno, al conjunto del planeta. ¿Por qué tendrían que callarse los periodistas en una democracia cuando un responsable político afirma una cosa en público y la contraria en privado?”

El mismo Assange concluía en un documento sobre el sentido de la creación de Wikileaks: “hay un enorme y creciente Estado de seguridad oculto que se está extendiendo por el mundo, principalmente basado en Estados Unidos”, y agregaba sobre el papel del periodismo en este caso: “el entorno de los medios internacionales es tan malo y tan distorsionador que nos iría mejor si no hubiera ningún medio, ninguno”.

Julian Assange entonces ha sido el creador, rostro y voz de WikiLeaks, como una plataforma novedosa, basada en alta tecnología de programación, que además de difundir un sin fin de información pertinente sobre los manejos sombríos y desdeñables de los gobiernos poderosos, se ha convertido en un “disidente político” más, que se suma a la batalla por un modo distinto de libertad comunicacional, que está siendo debatida y defendida en todos los entornos, frente a la crisis ética de la política, los grupos de poder, la comunicación y la sociedad.

Lo que se decida en su caso, tiene el peso de un cambio de paradigma sobre la libertad de difusión y consumo de información, y un cambio de paradigma sobre el uso de la tecnología basada en la no intervención entre gobernantes y ciudadanos, del que aún hay mucha tela que cortar.

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