SP NuestrAmérica

El compromiso del escritor

Segundo Paso para Nuestra América.- En este episodio nos sumergimos en la década del sesenta, época de grandes cambios y desafíos en América Latina y el Caribe. Una región donde intelectuales y artistas que narran y se solidarizan con la Cuba revolucionaria, con los campesinos de Brasil, los obreros en las fábricas en Venezuela o los niños de las escuelas colombianas. Es la literatura de la sensibilidad y el compromiso social. Surgen grandes figuras que representan ideológicamente la poiesis de esta izquierda poderosa; por un lado, el Ché, paradigma ético y político, con un verbo elevado que anuncia que toda utopía puede hacerse realidad; mientras que por otro lado, desde la escritura como trinchera, Julio Cortázar traduce y desdibuja todo lo conocido hasta ese momento entre nosotros.

Década del sesenta, Latinoamérica bulle de héroes, cambios y desafíos. Está llena de intelectuales de todas las artes, hombres y mujeres andando por el mundo, contando desde sus poemas, cuentos y pinceles qué está ocurriendo en Cuba, qué se dice en los campos de Brasil, en la fábrica venezolana, en la escuela colombiana. Un hombre representa ideológicamente la poiesis de esta izquierda poderosa, el Ché.

Otro, desde una trinchera más angosta, la escritura, traduce y desdibuja todo lo conocido hasta ese momento. Con las palabras teje puentes al infinito, a lo absurdo, a lo fantástico, como buen creador del llamado Boom latinoamericano, su nombre: Julio Florencio Cortázar. En esta oportunidad hablaremos de una de sus preocupaciones fundamentales, la conjunción del compromiso político e ideológico con la literatura. Es a través de la propuesta sartreana conocida  como  escritor comprometido  desde donde haremos esta valoración. Comenzaremos diciendo que, para Cortázar, como escritor de ficción, existe un difícil maridaje entre ambos campos.

La dificultad de unirlos y el vértigo que provoca ver uno en el otro responde en sus propias palabras a una posible neutralización del mensaje. Son tan disimiles en su naturaleza, la política y la literatura ficcionada que es casi imposible franquear esa difícil barrera. La manera de resolverlo: el compromiso, esa responsabilidad individual que se tiene frente a los otros y a lo creado. Es por ello que, dentro de toda la propuesta escritural de Cortázar, vamos a encontrar a la crítica social como el eje vertebrador de su obra.

Leyéndolo, aprendimos que era posible que un día cualquiera, luego de una pelea,  podían crecerle las manos a Plack y que solo un hombre negro tendría compasión por él; supimos de los amores de Horacio y Maga, atravesados por la indiferencia y el prejuicio debido a la poca formación de ella, en fin, su manera de ir contra lo establecido residía precisamente en esa necesidad de cuestionar todo, por tensionar lo real con lo irreal, lo político y lo erótico.

Cuando hablamos de ser un escritor comprometido desde la vitalidad de Cortazar, encontramos en su Libro para Manuel, un testimonio central y explícito que por un lado muestra la desventura latinoamericana y por otro el acontecimiento puro de encontrarnos las palabras de su autor mientras presenta su libro: no se puede escribir un libro así y quedarse lejos. Es necesario estar allí para lo que pueda hacerse.

No solo en la lucha prerrevolucionaria que se lleva a cabo en tantos terrenos, sino incluso en los casos donde las revoluciones han sido ya conseguidas, el se queda atrás, el lenguaje no está a la altura de una revolución, el lenguaje es adocenado. Seguimos escuchando discursos con la misma retórica y las mismas fórmulas que son precisamente las del sistema que queremos destruir; seguimos escuchando frases donde un cierto adjetivo se pega fatalmente a un cierto sustantivo, sin que la persona que lo emplea haya reflexionado jamás que el idioma hay que renovarlo de la misma manera que hay que renovar la política y cambiar la economía.

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