El derrocamiento del “sah” de Irán asestó un duro golpe a Estados Unidos, porque ningún otro país podía reemplazar a Irán para materializar la hegemonía de Estados Unidos en la región. Por esta razón, la enemistad estadounidense hacia la Revolución Islámica fue muy amplia y profunda. La estrategia estadounidense más importante al comienzo de la victoria de la Revolución Islámica fue derrocar el sistema de la República Islámica de Irán.
Después de la reunión secreta del asesor de seguridad nacional estadounidense de Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, con Sadam el 6 de julio de 1980, se abrió un nuevo capítulo en las relaciones entre Estados Unidos e Irak. A continuación, el entonces presidente estadounidense Jimmy Carter autorizó la venta de cinco aviones de pasajeros Boeing a Irak y, unos días antes de la invasión de Irak, levantó el embargo sobre la venta de productos de General Electric a ese país.
A pesar de la desconfianza y el pesimismo entre Estados Unidos e Irak, Washington consideraba a Bagdad como una herramienta importante y la única potencia que podía enfrentarse al recién establecido sistema de la República Islámica de Irán. Sadam consideró que el apoyo de Estados Unidos a Irak era una buena oportunidad para materializar sus sueños, especialmente reemplazar a Irán como gendarme de la región y hacerse con el liderazgo del mundo árabe.
El dictador iraquí impulsó los lazos amistosos de Irak con el régimen saudí, haciéndose partidario de Riad frente al verdadero Islam que planteaba el imán Jomeini. Sadam se inclinó desde el frente de resistencia árabe hacia Camp David para acercarse a los Estados Unidos y mantener los lazos con la Unión Soviética. Sadam dijo un día después del anuncio de la ruptura de las relaciones entre Estados Unidos e Irán, el 9 de abril de 1980, que Irak estaba listo y equipado para defender su soberanía y orgullo. La coordinación entre Estados Unidos e Irak, producto de su frente contra la Revolución Islámica, allanó el terreno para que, como último recurso, Irak invadiera Irán.
Al anunciar la disposición del régimen de Sadam para lanzar un ataque total contra Irán, el régimen tribal en Riad puso a disposición de Irak los detalles de la situación militar, económica y social de Irán, con lo que Sadam aún se envalentó más. La revista en francés Jeune Afrique, el 9 de junio de 1982, escribió: “Un mes antes del estallido de la guerra, los gobernantes saudíes le dieron la bienvenida a Sadam con un regalo real y ese fue el informe de las agencias de espionaje estadounidenses sobre las condiciones económicas, sociales y militares de Irán. Además, ese informe contenía información detallada sobre el statu quo del Ejército iraní, el número de su personal militar, sus instalaciones y equipos, e información que era muy confidencial.
En resumen, se preparó el esquema completo de la invasión. El Ejército de Irán antes de la revolución dependía completamente de Estados Unidos en términos de entrenamiento, logística y equipamiento. El Ejército iraní recibía cursos de capacitación en Estados Unidos. La información que el régimen estadounidense tenía sobre la destreza militar de Irán era mayor que la del gobierno iraní. Por lo tanto, dicha información fue muy valiosa para el régimen de Sadam, que pensó que podría ocupar la provincia de Juzestán en tres días. La revista alemana Spiegel escribió al respecto: “Existen muchas razones por las que se espera que la República Islámica de Irán sea derrotada en una guerra clásica con Irak, porque Irak cuenta con un ejército bien equipado y entrenado”. Herald Tribune, en un análisis al respecto, escribió: “Los analistas estadounidenses creen que el Ejército iraní actualmente no puede defender las fronteras del país y no durará más que unos pocos días, tal vez una o dos semanas, en una guerra sin cuartel”.
En el momento de la invasión de Irán por el Ejército baasista, no había unidad entre los funcionarios iraníes, y algunos de ellos habían ocupado puestos gubernamentales, aunque eran agentes enemigos. Uno de los más famosos fue Abul Hasssan Bani Sadr, el primer presidente de la República Islámica de Irán y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. La revista con sede en Beirut Al-Hawadeth escribió al respecto: “Bani Sadr sabe que el Ejército iraní no puede enfrentarse al Ejército iraquí debido a la falta de instalaciones adecuadas”.
Además, los jefes militares han sido ejecutados o han escapado y los técnicos han sido expulsados. Pero Bani Sadr sabe bien que, si el Ejército iraquí entra en suelo iraní, tendrá la oportunidad de reunir más fuerzas nacionales y militares de forma más apropiada. Bani Sadr evaluó la invasión militar del régimen de Sadam como una oportunidad para fortalecer su posición. Por esa razón, las fuerzas voluntarias de Basiy, que estaban al amparo de los órganos revolucionarios y habían acudido en masa a los campos de batalla, se vieron privadas de la cooperación y asistencia del Ejército iraní para enfrentarse al ejército baasista.
También puede leer: Atisbos de la Epopeya de la Defensa Sagrada de 8 años (Parte 3)
Su comentario