SP NuestrAmérica

Pospandemia y control capitalista

AUTORA: ROSICAR MATA LEÓN. ILUSTRACIÓN: ETTEN CARVALLO

Segundo Paso para Nuestra América.- A más de dos años del inicio de la pandemia por la Covid-19, el mundo continúa su avance hacia a una categoría prometida que luce como un horizonte inalcanzable, toda vez que el virus no cesa de mutar y el parámetro temporal no termina de ajustarse a los límites proyectados en una especie de profecía que se conoce como pospandemia. En el presente artículo, la investigadora Rosicar Mata León nos explica cómo esta postergada transición constituye una perversa fórmula diseñada por la sociedad de control capitalista para promover más consumo y precarizar el ámbito laboral, con el fin de garantizar una mayor acumulación de capitales.

En el ámbito académico y de la gestión somos interpelados ante la posibilidad de que la anunciada pospandemia sea un acontecimiento de donde extraer los nuevos conceptos – responsabilidad que recae en la filosofía, de acuerdo con Deleuze y Guattari, en su célebre texto ¿Qué es la filosofía?, publicado en 1997 por Anagrama – que permitan caracterizar la convergencia de las regiones de un mismo plano, sus movimientos y vaivenes, la acumulación de sus propios componentes y la inseparabilidad de los componentes heterogéneos. El momento -actual y futuro simultáneamente- coloca problemas nuevos y hace emerger los conceptos que han permanecido subsumidos en otros conceptos. El plano de inmanencia en que estos habitan demanda movimientos en otras direcciones que revelen lo encubierto.

Ello queda ilustrado en la narrativa biomédica hegemónica que se construye alrededor de la Covid-19 y que bajo indiscutibles criterios técnicos alcanzó el sitial de pandemia, cosa que también, por criterios técnicos, no lograron las pandemias prexistentes. Estas, a lo sumo, quedaron encadenadas a las explicaciones conservadoras en lo que se conoce como “transición epidemiológica”. Así, a partir de un modelo explicativo funcional a la reproducción del capitalismo, la notoriedad de una convergencia de pandemias se disolvió en el discurso de las llamadas “comorbilidades”, quedando pendiente develar finalmente la genealogía de las mismas.

La simultaneidad de la afectación en múltiples dimensiones, lo que entendemos como los “problemas de nuestros días”, parecen lanzarse velozmente al infinito, ya sea que la tecnoburocracia sanitaria corporativa global ponga foco en ello o no.  Los problemas han estado allí presentes y ahora, insertos cada vez más profundamente dentro de una matriz biopolítica, tienden a exacerbarse.

El control capitalista avanza en la medida en que la tan anunciada pospandemia se instala y, en el desarrollo del acontecimiento, se van configurando nuevos puentes sobre un mismo plano de inmanencia. De esta manera, cada concepto va constituyéndose a sí mismo como un punto de acumulación de sus propios componentes. Son estos nodos los que se conectan simultáneamente en cualquier punto de una totalidad cuyas proximidades van generando un aparente ordenamiento que ha puesto el discurso sanitario como marketing.

En un escenario de múltiples dimensiones, lo que algunos llaman “crisis”, cada concepto se toca con otros conceptos, ya que cada problema trenza su trama de conceptos correspondientes que también viajan juntos en su devenir. Las relaciones de los conceptos son ordenación y los componentes del concepto son variaciones ordenadas en función de su proximidad. Así se aborda lo político, lo económico, lo social y lo cultural a la luz de las mutaciones y los reacomodos que viene experimentando el capitalismo en ese tránsito prolongado (e indeterminado) a la pospandemia.

Los conceptos responden a problemas. Los límites planetarios, sin duda, son un problema; así mismo, la crisis alimentaria, la desertificación, el incremento alarmante de la pobreza, la precarización del empleo, la violencia en sus diversas expresiones -especialmente la violencia de género- constituyen problemas que superan la experiencia singular. La acumulación de movimientos se hace manifiesta y, ante la apariencia de un fenómeno sanitario, estos se han desbocado a tal punto que el propio orden global hace manifiestas sus contradicciones.

Con la pandemia, la economía mundial alteró dramáticamente su escenario y, de acuerdo con el Banco Mundial, en su publicación web Perspectivas Económicas Mundiales de 2022, (https://www.bancomundial.org/es/publication/global-economic-prospects), después de más de dos años de pandemia, la economía mundial continúa sufriendo una serie de perturbaciones desestabilizadoras. La guerra Rusia – Ucrania tiene efectos en los mercados de productos básicos, en las cadenas de suministro, la inflación y las condiciones financieras de todo el mundo, y se prevé una intensificación de la desaceleración de la actividad económica mundial, que ahora se espera que disminuya al 2,9 % en 2022. Tal situación conlleva al alza de los precios de los productos básicos, agrava las disrupciones en la oferta, aumenta la inseguridad alimentaria y la pobreza, exacerba la inflación, contribuye a generar condiciones financieras más restrictivas y profundiza la vulnerabilidad financiera. Un aspecto que no refiere este informe es que este escenario tenderá a exacerbar la inequidad y serán las poblaciones vulnerables probablemente las más afectadas.

De acuerdo con la novena edición del Observatorio de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) sobre el mundo del trabajo, publicado en mayo de 2022, en el mercado de trabajo, después de dos años de pandemia -aun cuando en la mayor parte de los países han ido eliminándose los cierres estrictos de los centros de trabajo en toda la economía- con respecto a 2019, hay un déficit de 112 millones de empleos a tiempo completo. Ello indica un retroceso importante en el proceso de recuperación. La brecha de género en las horas trabajadas sigue siendo amplia, persisten grandes divergencias entre el empleo y los ingresos procedentes del trabajo, las mujeres en el trabajo informal son más perjudicadas que sus homólogos varones y la creciente inflación plantea un problema importante para mantener el poder adquisitivo de los ingresos laborales. Antonio Guterres, en el año 2020, auguraba desde Naciones Unidas que la pandemia explotaría dificultades de todo tipo, incluidas las de violencia de género que, a largo plazo, comprometerían seriamente la salud, los derechos y las libertades de las mujeres.

En el escenario pandémico e incluso pospandémico, la lógica de acumulación del capital sigue inalterada en sus supuestos básicos: la acumulación de las riquezas a partir de la subsunción trabajo/trabajador y, por lo tanto, la producción de explotación y desigualdad de ingresos; a su vez, es Tomas Piketty quien confirma así -en su texto El Capital en el Siglo XXI (publicado en 2013 por el Fondo de Cultura Económica)- la garantía de reproducción ampliada del capital.

La pandemia provocó la eliminación masiva de la competencia de las empresas pequeñas y medianas. Por ejemplo, de acuerdo con una nota publicada en septiembre del 2021 por la Corporación Andina de Fomento (CAF) en su sitio web (https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2021/09/la-recuperacion-pasa-por-las-pequenas-y-medianas-empresas/) las pymes formales e informales de América Latina se vieron muy afectadas por la crisis de la salud generada por la Covid-19, y se estima que al menos el 13% de las empresas formales no resistieron y abandonaron el mercado. Una parte importante de las empresas que permanecen activas aún enfrentan dificultades, con flujo de caja reducido, alto endeudamiento y retrasos en el pago de compromisos.

Las corporaciones que ocupan la sociedad de control han encontrado ventajas competitivas gracias a la pandemia, porque en apariencia el control era, además de necesario, la única alternativa para garantizar la vida, principalmente el control farmacéutico. La desterritorialización avanzó con el auge inusitado del comercio electrónico, el desvanecimiento del dinero fiat y la consolidación de las bitcoins y criptomonedas, tanto como la financiarización y bursatilización de la industria farmacéutica.

Como lo comenta José Martínez en un trabajo titulado “Innovación y tecnología en época de adversidad” (publicado en 2020 en la revista Ofil Ilaphar, 30(2), 89-90), con la pandemia también se produjo una desterritorialización de las funciones esenciales de la salud pública mediante ecosistemas digitales altamente interconectados que permiten la recopilación de ingentes cantidades de datos en tiempo real, los cuales derivan en el uso de inteligencia artificial y, en apariencia, buscan entender la epidemiología para la acción. En principio, se argumentaba que el uso del internet de las cosas (Internet of Things (IoT)), la tecnología 5G y la geolocalización asociada, el análisis de Big Data (BD), la Inteligencia Artificial (IA) que utiliza el aprendizaje profundo (Deep Learning), el procesamiento y análisis del lenguaje natural (PLN) y la tecnología Blockchain (BC) para mejorar la ciberseguridad, eran mecanismos para hacer más precisa la geolocalización y permitiría monitorizar la efectividad de las medidas de confinamiento y el uso de protocolos criptográficos y en redes para garantizar la rastreabilidad de los datos. No obstante, todo esto constituyen nuevas formas sofisticadas de control, son sencillamente una nueva territorialización con nuevos encadenamientos para el ejercicio máximo de ese control.

Ya Deleuze, en un trabajo titulado “Post-scriptum sobre las sociedades de control” (publicado en 2006 en la revista Polis, 5(13)) había señalado esta sociedad de control como concepto que proseguía a los descritos por Foucault en los centros de encierro para el disciplinamiento y como sucesora de sociedades de soberanía. La pandemia llevó a límites insospechados la sociedad de control en espacios abiertos, en forma desterritorializada, mediante los fármacos, lo biomédico, lo biotecnológico y el consumo televisivo, además del uso de redes sociales, el marketing, el endeudamiento privado y el consumo en general, entre otras modalidades. Se operó por sistemas computarizados de producción y control donde los sujetos se desplazan en un espacio virtual. O mejor diríamos que se trata de una desterritorialización para territorializar el espacio virtual, si en verdad puede hacerse tal cosa. Se trata de movimientos y planos diferentes.

Dicen Deleuze y Guattari (1997) “que un concepto siempre tiene la verdad que le corresponde en función de las condiciones de su creación. Los planos hay que hacerlos y los problemas que plantearlos del mismo modo que hay que crear los conceptos”. Por ello es que estamos interpelados a plantear problemas y crear conceptos, dadas las intensidades y los flujos que se han intensificado vertiginosamente con la pandemia y su encadenamiento con el capitalismo trasmutante actual.

Y esos conceptos deben ser para problemas que necesariamente están en constante cambio, aunque estos parecen apuntar en una misma dirección del plano general de inmanencia. Tenemos licencia de criticar puesto que nuestros problemas ya no son más los problemas de otro tiempo y la rigidez de muchos conceptos existentes pueden estar perdiendo la capacidad de activar esos mismos conceptos. Decimos criticar en tanto constatación de que los conceptos se desvanecen, pierden sus componentes o adquieren otros nuevos que los transforman cuando lo sumergen en un ambiente nuevo. Debe abrirse paso a la ráfaga de nuevos conceptos que marquen el perímetro del acontecimiento futuro.

Resulta inminente reactivar conceptos y generar nuevas versiones, dada la convergencia de la crítica a lo insuficiente del repertorio conceptual existente, lo cual se expresa en la búsqueda de soluciones a esos problemas actuales. Es necesario examinar, en primer lugar, el recorrido de lo conceptual de la salud colectiva hacia el Vivir Bien, Buen Vivir y el Vivir Viviendo, así como la crítica al poder hegemónico del colonialismo neoliberal en América Latina, la propia formación en salud como espacio de apropiación de la matriz conceptual dominante y la emergencia de corrientes contrahegemónicas desde la salud colectiva; igualmente, revisar el ejercicio del poder corporativo trasnacional de la industria farmacéutica y su aplicación en medidas coercitivas unilaterales en tanto sociedad de control y, en la propia tónica de los debates de género, el abordaje de los derechos sexuales y reproductivos.

Ninguno de estos elementos puede considerarse de manera aislada y, con ello, reafirmamos la necesidad de contextualizar el avance de lo conceptual y su expresión en la gestión de cualquier política pública en el marco del acontecer geopolítico. Sea en la formación, en la gestión de insumos y recursos para la salud, en las políticas de género, salud sexual y reproductiva o cualquiera otra política, es ineludible considerar el impacto del poder coercitivo del imperialismo occidental como forma de gubernamentalidad y dominio. La aplicación feroz y sostenida de medidas coercitivas unilaterales, sanciones y bloqueos, aun en medio de esta pandemia prolongada, han tendido impactos significativos en el cumplimiento de metas. Es decir, debemos interpelar el acontecer conceptual pospandémico no solo en el contexto de crisis civilizatoria, sino también en el contexto de guerra multidimensional. Y es que no hay guerra sin muertos.

Como se sabe, una de las contradicciones basales del capitalismo es la del capital/trabajo, que construye y constituye identidades que son atravesadas por la explotación, la precarización laboral, la distribución desigual del riesgo, la exclusión y la estigmatización. Hoy en ese tránsito prologando a la pospandemia, el capitalismo muta y dibuja formas más perversas para asegurar la comercialización y el consumo que garantice su acumulación a costa del sacrificio de verdaderos enjambres de repartidores a domicilio que se dibujan como símbolos emblemáticos de los ajustes del modelo económico global.

Rosicar Mata León

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