Aplicación de la verdadera justicia durante la gobernanza de Imam Ali

Entre todas las religiones divinas y los valores humanos, no existe ningún virtud ni valor superior a la justicia y la magnanimidad; el islam que es una religión basada en la formación y la perfección del hombre y de la sociedad, tras el monoteísmo y las bases de la religión, ha considerado estas dos virtudes como la cúspide de los valores.

El debate sobre la justicia de Ali (la Paz sea con él) es muy extenso y se asemeja a un mar en el cual sus costas no pueden divisarse. Como ejemplo, a continuación mencionamos lo ocurrido entre él Hazrat Ali (P) y su hermano Aqil.

Aqil durante el califato de su hermano Ali (P) fue a casa de este Hazrat en Kufa. Ali (P) indicó a su hijo Hasan, que regalase una prenda de vestir a su tío. El Imam Hasan (P) dio a su tío Aqil un vestido y una capa que era suya.

Llegó la noche y hacía calor. Ali (P) y Aqil se encontraban sentados platicando en la azotea de la gran mezquita Darul Imara. Llegó la hora de cenar. Aqil que se consideraba a sí mismo como un invitado de la corte del califato, naturalmente esperaba que le pusieran una mesa con diferentes manjares, pero contrario a esto trajeron a la mesa comidas muy sencillas y escasas. Aqil sorprendido preguntó: “¿Ésta es toda la cena?”

El Hazrat Ali (P) le respondió: “¿Consideras que esto no es una bendición de Dios? Yo agradezco miles de veces a Dios por ofrecernos estas bendiciones”.

Aqil dijo: “Bueno, entonces yo digo lo que necesito y me voy para no molestaros. Estoy endeudado y no sé qué hacer; ordena que salden mi deuda lo más pronto posible y ayuda a tu hermano con lo que quieras, para que pueda regresar a mi casa”.

El Hazrat preguntó: “¿Cuánto debes?”

Aqil respondió: “Cien mil dírhams.”

“¡Cien mil dirhams! ¡Es mucho! Lo siento querido hermano, pero no cuento con esa cantidad como para saldar tus deudas, pero espera a que llegue el momento del pago de los sueldos, tomo de mi sueldo personal y te lo doy, te ayudo y cumplo con la condición de hermano. Si no fuese porque mi familia tiene gastos, te daría toda mi parte y no dejaría nada para mí”, respondió el Imam.

“¿Qué me espere hasta que paguen los sueldos? El tesoro público y las haciendas del país están en tus manos, ¡y me pides que espere hasta que paguen los sueldos y me des parte de tu sueldo! Tú puedes tomar del tesoro público y de las haciendas la cantidad que quieras, ¿por qué me dices que espere hasta que paguen?, además, ¿qué tanto recibes de los tesoros públicos? Suponiendo que me dieras todo tu sueldo, ¿cuánto puedo pagar de mi deuda con ello?”, dijo Aqil.

“Me sorprende tu propuesta. ¿Qué nos importa a ti y a mí si el gobierno tiene o no tesoros? Tú y yo también somos como cualquier otra persona de la comunidad musulmana. Es cierto que eres mi hermano y debo ayudarte en la medida que puedo, pero esto tiene que ser mediante mi propio dinero, no con los tesoros del gobierno y lo que pertenece a los musulmanes”, dijo el Hazrat.

La plática continuó y Aqil insistió de diferentes formas en que el Imam Ali (P) le permitiera que le entreguen de los tesoros públicos la suma suficiente, para que él vaya y se dedique a lo suyo; y la respuesta del Hazrat cada vez era igual.

Desde donde se encontraban sentados se veía el Bazar de Kufa. Desde ahí podían divisarse los cofres de los comerciantes y mercantes donde guardaban sus dineros.

Mientras Aqil seguía insistiendo, Ali (P) le dijo: “Si continúas insistiendo y no aceptas mis palabras, te propondré algo como condición y si lo aceptas podrás llevar todo el dinero que quieras”.

“¿Qué hago?”, preguntó Aqil.

“Ahí abajo hay cofres. Cuando los comerciantes y compradores se marchen y no quede nadie en el bazar, baja y rompe algunos de esos cofres y ¡toma de esos lo que se te antoje!”, dijo el Hazrat.

“¿A quiénes pertenecen esos cofres?”, preguntó Aqil.

“Son de esos comerciantes, ahí depositan sus ganancias del día”, respondió el Imam.

“¡Me extraña! ¿Me propones que rompa los cofres y tome de los ingresos de esta pobre gente que tanto se ha esforzado para ganárselos, y dejándolos en esos cofres se ha ido a su casa confiando en Dios?”, dijo sorprendido Aqil.

En este momento, el Hazrat Ali (P) dijo: “Entonces, ¿cómo es que me propones que abra por ti la caja de los tesoros públicos de los musulmanes?, ¿a quiénes pertenecen estos tesoros?

Este dinero también pertenece a la gente que se encuentra tranquilamente y segura durmiendo en sus casas, confiando en los que tienen este dinero en sus manos. Ahora te propongo algo más, si te parece acepta esta propuesta”.

“¿Qué me propones?”, preguntó Aqil.

“Toma tu espada, yo también tomaré la mía; en las cercanías de Kufa hay una ciudad antigua llamada al-Hirah, donde habita la mayoría de los grandes comerciantes y adinerados; por la noche vamos allí los dos y atacando a uno de estos ricos nos llevamos la gran riqueza que le quitemos”, dijo el Imam.

“¡Querido hermano! Yo no he venido para robar, como para que tú me propongas esto. Yo solo te pido que permitas que me den de las haciendas y los tesoros públicos que se encuentran a tu disposición, para que pague mis deudas”, afirmó Aqil.

“Casualmente no piensas que estaría mejor que robemos los bienes de una persona que robemos los bienes de miles de personas musulmanas o de los bienes de todos los musulmanes. ¿Cómo es que consideras que quitar a fuerza de espada los bienes de alguien es robar, pero tomar los bienes de toda la comunidad no es robar?, ¿crees que robar es exclusivamente cuando uno ataca a otro y le quita sus pertenencias a fuerza?

¡Hermano mío! Te aseguro que la forma más abominable de robar es la que tú me estás proponiendo”, dijo el Imam Ali (P).

Por: Maestro Daniel Orlando Vargas

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